Mi relación con los hombres siempre ha sido desastrosa. Todo se remonta a mi época como chica “Twiggy”, por aquel entonces era asidua al uso indiscriminado de coloretes, al consumo de galletas con fibra y a falsificar la firma de papá. Con un fingido aire de indiferencia y enfundada en unos blue jeans dos tallas inferiores a la mía que amenazaban con cortarme la digestión, traspasaba firmemente la barrera de la adolescencia y la de un gigantesco mastodonte sin mayores expectativas que la de permanecer erguido en la misma posición durante horas, algo así como un mimo pero con mejor salario. Sin embargo, adentrarme en aquellos tugurios nocturnos atestados de gente dispuesta a invitarme a un par de copas, era una tarea complicada que requería un ensayo riguroso frente al espejo del cuarto de baño el cual constituía por aquellos tiempos mi trinchera y era el fiel testigo de mi ya creciente trastorno bipolar.

- ¡Oh vaya!, ¿pero qué tenemos por aquí? Deja que te encienda el cigarrillo nena.
- Gracias – Mentiría si dijese que no me sentía halagada en aquellos intentos de apareamiento-
- Dime, ¿dónde te dejaste a tu acompañante?
- Vine sólo con unas amigas, son las que están en la barra. –Me avergonzaba de esas chicas, bebían sin moderación y perdían los pocos modales que pudieran tener, pero no podía fingir no conocerlas cuando una de ellas me saludaba desde la barra haciendo muecas ininteligibles a cerca del aspecto del hombre que quedaba de espaldas a ella.
- ¿Sabes? Es la primera vez que entro en este local, de saber que tú estabas por aquí me hubiera dejado caer mucho antes.
- Entiendo. –Era evidente que estaba ganando terreno, no podía dejarme llevar por sus precarias insinuaciones. Los acúmulos de saliva en las comisuras de sus labios desviaban mi atención, era como si lanzara desde su boca proyectiles de trocitos de muesli. Esto me exigía mantener una distancia prudencial del foco de emisión de los restos de su merienda.-
- Veo que eres una chica tímida y que yo soy un auténtico desastre, ¿cómo no presentarme antes? Me llamo Steven, trabajo en la panadería de la esquina con St George street ¿y tu nombre es...?
- Myrna, yo no trabajo estoy dándome una tregua. – Adoraba inventarme nombres, la semana pasada había sido Jennifer Aniston sin levantar ninguna sospechosa.-
- Precioso nombre. –El contacto de sus viscosos labios sobre mi cara consiguieron avivarme, había llegado la hora de hacer desaparecer al tal hombre-panadero. Necesitaba un Deus ex Machina, un punto de apoyo que me ayudara a salir vigorosa de aquella inaguantable situación antes de que Steven Muesli comenzara a hablarme de ensaimadas, mermelada de frambuesa y barras de pan con forma de cocodrilo. Mis amigas llevaban más de media hora en el baño, sabía que no podía contar con ellas. Rápidamente advertí que mi Deus sangraba, se trataba de un grano de acné hemorrágico en uno de los mofletes del panadero. Debía informarle de lo que acontecía antes de que un reguero de sangre dibujase una curva sinuosa que terminaría en el cuello de su camisa.-
- Steven, creo que...tienes algo en la cara. Quizás te haya picado un mosquito, te sale sangre de la mejilla, será mejor que te limpies antes de que se manche tu camisa. –Mencionar el acné hubiera resultado un tanto ofensivo-
- Gracias bombón, voy al aseo, enseguida estoy de vuelta contigo.
- Sí, tranquilo te espero aquí.
Salí sin demora del “Noche Alegría” dejando atrás la coagulación de un grano y a un grupo de chicas decorando su cuerpo con tatuajes falsos. Convencida de que el mundo esperaba algo más de mí, la única solución era poner tierra por medio, trasladarse a New Jersey donde podría regentar un gran salón de belleza y olvidar así a la pelandusca de Cora. Llamé a papá desde una cabina comunicándole que dejaba mis estudios superiores para empezar un curso de esteticién a distancia. Por fin, un halo de esperanza.
Por Titania Dimitrova
1 comentario:
Las chicas que roban en las cajas de herramientas de sus papas electrifican todos mis complejos. En vista de esto, es muy posible que, mi defecto más húmedo, la saliva se sedimente con frecuencia en la comisura de mis labios y que yo sea un sátiro.
F.Dep.
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