Genéticamente discernimos de los renacuajos únicamente en la capacidad de supervivencia a bajas temperaturas y en la tesitura del páncreas. Ambientalmente nos diferencia de ellos el instinto alimenticio de protozoos en estados de semiconsciencia postmenstrual, pero, ¿podría ser extrapolable este hecho a mujeres menopáusicas en edades comprendidas entre los 65 y 70 años? Un estudio realizado por Petri así lo confirmó.
Petri, actualmente conocido de forma adjetivada como “placa Petri”, en honor a los cristales tiffani que sirvieron de base para sus experimentos con renacuajos, fue un hombre adelantado a su época de ahí que sus estudios no adquirieran el prestigio que merecían hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XVIII.
Se doctoró en Ciencias Químicas en la facultad de Belfast donde estuvo a la cabeza de reuniones clandestinas en los escusados de la facultad por las que fue detenido al encontrar varias epístolas dirigidas al Papa en las que expresaba su anhelo de ser bautizado por el santo pontífice. Debido a sus deudas y malos augurios con la ley emigró a París donde por tiempo no superior a dos años recitó poesías en varios idiomas, excluyendo el francés. Su fervor científico le hizo regresar a Belfast y tras varios meses de asiduo trabajo descifró la fórmula del jabón Marsella (que posteriormente fue patentada por sus nietos, comercializada y exportada a Japón).
Petri fue galardonado con el premio Príncipe de Asturias en 1980 por sus avances en el estudio de la conducta alimenticia de los renacuajos hembras en función a su ciclo menstrual. Para lo cual, utilizó el jabón Marsella como base de cultivo que le permitió una proliferación rápida de los renacuajos en pocas semanas. Con ayuda de un microscopio y atendiendo a su fenotipo gonadal extrajo con unas pinzas de sujeción los renacuajos varones. Así, con distintos cultivos de hembras colocados en cristales tiffani separados, administró a cada cual un nutriente distinto tras los 14 días de la última menstruación, es decir, cuando las hembras estaban en fase preovulatoria. En función de la afinidad de las hembras por el producto alimenticio, pudo observar un aumento de peso y un mayor desarrollo de los caracteres sexuales secundarios en aquellas hembras que convivían en el cultivo al que se administró protozoos. Petri pensó que esto podría extrapolarse a mujeres menopáusicas y utilizarse como base psicoterapéutica para evitar el progresivo índice de divorcio causado por desavenencias de apetencia sexual y apareamiento entre los cónyuges.
Siguiendo el mismo procedimiento al anterior y gracias a la admiración y respeto que despertaba entre las amigas de su madre, pudo utilizarlas como controles haciendo un seguimiento retrospectivo de sus ciclos menstruales. Petri observó que al administrarles en dosis pequeñas protozoos a estas mujeres y bajo confesiones psicoanalíticas que jamás pudieron publicarse, la vida sexual de estas mujeres mejoraba a escasas 72 horas de la primera dosis.
En la actualidad se sigue estudiando su posible comercialización, no obstante existe el inconveniente de la manifestación de alteraciones cutáneas, tales como urticaria, tras dosis reiteradas de protozoos durante largos períodos. Esto podría subsanarse sustituyendo el material de las jeringuillas de PVC, por otro que fuese inocuo al contacto con los protozoos, como podría ser una amalgama de aluminio y papel aeronfix, con el único agravante del aumento de precio en el mercado.
Petri, actualmente conocido de forma adjetivada como “placa Petri”, en honor a los cristales tiffani que sirvieron de base para sus experimentos con renacuajos, fue un hombre adelantado a su época de ahí que sus estudios no adquirieran el prestigio que merecían hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XVIII.
Se doctoró en Ciencias Químicas en la facultad de Belfast donde estuvo a la cabeza de reuniones clandestinas en los escusados de la facultad por las que fue detenido al encontrar varias epístolas dirigidas al Papa en las que expresaba su anhelo de ser bautizado por el santo pontífice. Debido a sus deudas y malos augurios con la ley emigró a París donde por tiempo no superior a dos años recitó poesías en varios idiomas, excluyendo el francés. Su fervor científico le hizo regresar a Belfast y tras varios meses de asiduo trabajo descifró la fórmula del jabón Marsella (que posteriormente fue patentada por sus nietos, comercializada y exportada a Japón).
Petri fue galardonado con el premio Príncipe de Asturias en 1980 por sus avances en el estudio de la conducta alimenticia de los renacuajos hembras en función a su ciclo menstrual. Para lo cual, utilizó el jabón Marsella como base de cultivo que le permitió una proliferación rápida de los renacuajos en pocas semanas. Con ayuda de un microscopio y atendiendo a su fenotipo gonadal extrajo con unas pinzas de sujeción los renacuajos varones. Así, con distintos cultivos de hembras colocados en cristales tiffani separados, administró a cada cual un nutriente distinto tras los 14 días de la última menstruación, es decir, cuando las hembras estaban en fase preovulatoria. En función de la afinidad de las hembras por el producto alimenticio, pudo observar un aumento de peso y un mayor desarrollo de los caracteres sexuales secundarios en aquellas hembras que convivían en el cultivo al que se administró protozoos. Petri pensó que esto podría extrapolarse a mujeres menopáusicas y utilizarse como base psicoterapéutica para evitar el progresivo índice de divorcio causado por desavenencias de apetencia sexual y apareamiento entre los cónyuges.
Siguiendo el mismo procedimiento al anterior y gracias a la admiración y respeto que despertaba entre las amigas de su madre, pudo utilizarlas como controles haciendo un seguimiento retrospectivo de sus ciclos menstruales. Petri observó que al administrarles en dosis pequeñas protozoos a estas mujeres y bajo confesiones psicoanalíticas que jamás pudieron publicarse, la vida sexual de estas mujeres mejoraba a escasas 72 horas de la primera dosis.
En la actualidad se sigue estudiando su posible comercialización, no obstante existe el inconveniente de la manifestación de alteraciones cutáneas, tales como urticaria, tras dosis reiteradas de protozoos durante largos períodos. Esto podría subsanarse sustituyendo el material de las jeringuillas de PVC, por otro que fuese inocuo al contacto con los protozoos, como podría ser una amalgama de aluminio y papel aeronfix, con el único agravante del aumento de precio en el mercado.
J. Titania Dimitrova
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