sábado, febrero 18, 2006

De la Antología poética África desvelada

(Escrito en la primera página de un diario deportivo)

No tan al sur como el Kilimanjaro

Fue nocturno de chispa nocturna,
texturas oscuras, empeño,
anhelo y vulturno.
Eran nubios.
Al principio pensé que sólo había uno
y me equivocaba. A una lanza,
madera y hierro del Sudán,
le seguía otra y otra más
en tumultuosa procesión.
Una tribu.
O un clan, O una raza,
O una taza de pecas unívocas.
Lo cierto es que acechaban
con gesto de acechar
y movimientos de acecho.
Y yo nocturno,
ojo avizor, los vi llegar.
Recuerdo que pensé:
"El primero es pan comido,
podría con él incluso dormido."
Pero los nubios se retroalimentan
y engordan con el número.
No me agradaron sus calcáreas sonrisas,
su mal disimulada desnudez,
sus modales desenvueltos,
su ideario meridional
ni, para qué negarlo,
el filo de sus fórmulas de cortesía.
Por eso me estremecí,
no me gustaron en su conjunto.
Así que llegó la fuga.
Me hice el dormido, nocturno,
y alcancé el interruptor a voz en grito:
"¡Los nubios, están aquí los nubios!"
La bombilla hizo la luz
en la zona media de la razón,
como un chispazo nocturno,
y los nubios huyeron
dejando atrás la taquicardia.
La mía, no la nubia.

Por Frank Deporto

1 comentario:

Anónimo dijo...

He visto a María Bello desnuda y he pensado que no la amaría nada más que en el remoto caso de que ella me amase a mí. Si ocurriera, la amaría. Mucho. Lo haría con desesperación mariana. Pero no sería, como lo son otros, un amor apriorístico. Se me antoja imposible. Su contorno, su estructura formal, sus fronteras, no me dicen nada; no se establece esa clase de diálogo necesario en el que un cuerpo afirma y el otro, distinto, opuesto y complementario, confirma. Pero si ella me amase sería avaro de ese amor. Llámenme ventajista.