domingo, diciembre 30, 2007

Involución del ciudadano chileno medio II: de cómo se anudan los zapatos los uruguayos.

Desprovisto finalmente de la nuca de Alicia, sin alicientes para vivir, alicaído, me di al alcohol y al alpinismo de élite.

Así pasé cuarenta y seis minutos, y si abandoné semejante estado de abandono fue sólo gracias a las palabras que el anciano y borracho Edgardo me susurró al oído aquella madrugada de tempestad: "Algunos dromedarios simpáticos sonríen a los tenedores hembra, huye a Uruguay".

El mensaje se me antojó profético, por lo que, unánimemente, tomé la decisión de engullir siete orfidales y lanzarme al Atlántico con un par de manguitos alquilados. Cuando desperté, a mediados de octubre del año 2014, era ya un hombre casado y con hijos, funcionario público y propietario de un humilde pero bonito piso situado a las afueras de Montevideo. Mi porvenir estaba resuelto y mi tiempo de ocio lo dediqué con despreocupación a la investigación sociológica.

¿Qué decir de los uruguayos? Que son unos caníbales amabilísimos. No se si se trata de mis prejuicios europeos o del mordisco que una señora mayor me ha dado en el antebrazo. Yo les he observado detenidamente, les he estudiado a prudente distancia y he anotado las siguientes conclusiones en la manga de mi camisa:

A) Para atarse los cordones de los zapatos los uruguayos precisan luz, habilidad y una madre.

A.1) Un uruguayo a oscuras trata de ajustarse las botas e inaugura una tienda de ultramarinos.
A.1. 2) Un uruguayo inhábil es rechazado por sus amigos y arrojado a un lodazal repleto de domadores hambrientos antes de cumplir los dos años de edad.
A.3+2=5) Un uruguayo sin madre es un uruguayo huérfano de madre.

B) En Uruguay los mocasines existen únicamente como entidades inmateriales, suprasensibles, subvencionadas por el gobierno. Resulta casi imposible anudárselos en la cruda realidad.

En fin, no debería contarlo pero una tarde, al regresar de la oficina, sorprendí a Alicia en mi propia casa, besando apasionadamente a mi uruguaya esposa. Alicia estaba cambiadísima. Lucía una brillante calva y un frondoso bigote y al parecer se llamaba Ernesto. No se parecía en nada a ella. Incluso es posible que no fuera ella.
Por Flori Flori

3 comentarios:

Diego de Ávila dijo...

Ah, muchachos, muchachos... Muchachos... Ah.

Andseo dijo...

"En Uruguay los mocasines existen únicamente como entidades inmateriales, suprasensibles, subvencionadas por el gobierno. Resulta casi imposible anudárselos en la cruda realidad."

Le refuto enfaticamente este atrevimiento, ¿¡Unicamente!? Revise sus documentos, desconfie de sus fuentes o vuelva al Rio de la Plata y esta vez concentrese en el calzado de los pintores y poetas con tendencias europeizantes. Señor/a el mocasin existe y es algo ya irremediable. Es el punto convergente donde coliden la herencia de la sofisticación europea y la pereza bucolica del peon rural. ¿No ha visto usted al Peon?
Matamos vacas, las desollamos y con ellas hacemos calzados superiores que impiden esforzar nuestra columna atandolos. ¿Nunca ha matado una vaca? Lloran como niñas con solo susurrarles la palabra "mocasin", sus ojos son negros y siempre humedos, huyen del hombre y gimen en las praderas vacias, desoladas. Son acordes enormemente angustiantes. Imaginese: ud. y sus amigos viendo pasar en el lejano y recto horizonte las siluetas de aquellos que inminentemente los convertira en zapatos(añada a la fantasia su condición de cuadrupedo, cuatro estomagos y la pertenencia a una especie naturalmente sumisa).
¿Que me dira ahora? ¿Que nuestras desdichadas vacas son tambien ficciones burocraticas, abstracciones protocolares? Ellas sufren señor/a... tenga un poco de respeto.

Andseo dijo...

Oh amigos españoles¡¡¡
Que ha sido de ustedes?
Aqui la gente vuelve a creer en dioses "otros"... el paganismo inunda las avenidas...colonizennos nuevamente por el amor de Cristo.
O al menos actualicen su casa como Dios manda...
Saludo a ambos.

Miss: Se le extraña a usted y sus manolos.