
No dejaré que me muerdan,
mi intención es mantener la unidad.
Con mi exiguo sueldo bañaré,
suavizando y puliendo,
las piedras heladas del ardor
en la vecindad del humo
y de las voces rumiantes.
La aridez querrá que deba rebajarme,
que el fuego laríngeo ya no sea tolerable
como aquellos días de refrescos carbonatados
y escarcha en las ventanas.
La sequedad querrá de mí que las piedras,
la quemazón espiritual y alambicada,
el humo y las voces rumorosas,
la música de gramola, las risotadas enervantes,
todo ello y la arena del desierto,
se diluyan en agua de selz.
Entonces ya no dejaré que me muerdan.
Aguantaré la presión de los esfínteres
renegando del kindergarden;
como el pulcro hombre que madura,
que compra la lotería quince días antes del sorteo,
que blasfema de la navidad y de las horas punta,
que ya no espera más que los autobuses
lleguen a la hora convenida. El hombre
con la sana intención de mantener la unidad
en la aceleración luminosa.
Por Frank Deporto (hombre-poda)
1 comentario:
Allí donde el razocinio californiano no entiende de leyes logarítmicas, donde lo embarazoso de un parto rugoso es tan sólo una causalidad mendeliana. Es en Liberia donde adquirir una buena falsificación de "manolos" se presenta todo un reto.
Niña-corteza para varón: vegetariano, veneciano y perdulario (dedo-mujer)
Publicar un comentario