martes, enero 17, 2006

Diario de Frank

Ayer tomó posesión de su cargo, como presidenta de Liberia, Ellen Johnson-Sirleaf. 67 años licenciada por Harvard. Los liberianos, armados de un humor centenario, la llaman Mamá Ellen. Ellos esperan ser tratados como hijos queridos y planificados. A la ceremonia asistió lo más granado de la política africana: demócratas, monarcas tribales, dictadores, ludópatas, canívales conversos. También hubo el mundo desarrollado estuvo presente y no faltó la delegación de los Estados Unidos. Liberia es un país bajo la escrupulosa tutela norteamericana. Por eso la guerra no parece un problema cuando estalla, sólo es guerra y destrucción, nada irremediable. Diversidad de pigmentos y de tintes de pelo, estaba en la gloria polícroma. Ante todos los presentes y ante el pueblo, ausente y mintiéndose a sí mismo porque el mundo merece ese matiz irreal, prometió acabar con la corrupción y con las luchas intestinas. Yo me reí desde el fondo del auditorio. No lo hice por nada en concreto, ni siquiera lo hice con intención, fue una risa cuajada de madreperlas del caribe e involuntariedad. La cara inquisidora del embajador del Camerún que, en un susurro tenso, me conminó a callarme "la puta boca", acababa con cada uno de mis arrebatos. Apenas eran unos segundos por vez, pero fue algo que se repitía a cada párrafo del discurso. Hay palabras que en sí mismas me resultan muy cómicas desde niño: democracia, paz, concordia, igualdad, humanidad; incluso hay frases que me llaman a la reflexión y que sin embargo terminan igualmente en la carcajada sin sentido: no amputar por la fuerza el brazo del vecino, ser un buen samaritano es ser un buen liberiano, la vida vale más que los recursos naturales, asfaltaremos el país y potabilizaremos el agua de todas las aldeas, la solidaridad internacional es lo propio, ellos no quieren nuestros recursos naturales porque nos aprecian como personas, etc. El caso es que Mamá Ellen no llegó a pronunciar estas frases, al menos yo no las oí. Pero estoy seguro de que las pensaba. No se puede ser la primera presidenta de la historia de África y no pensar como cualquiera de sus predecesores. Ellos, todos varones, no habrían olvidado estos magníficos y cómicos principios. Mi país está a salvo: USA nos protege, África nos adora, Mamá Ellen nos acuna. Por si esto no fuera poco, los crepúsculos son espectaculares y las luminiscencias terrosas. Cuando llueve copiosamente, jugar descalzos sobre los charcos de lodo es algo impagable para los niños. El bufé frío no estuvo nada mal, aunque la carne de cerdo salpimentada no me deja dormir bien. Por eso no pegué ojo y me pasé toda la noche haciendo solitarios sobre la colcha de la cama. Mañana vuelvo a Gelberson, Nueva York, tardaré en volver a Liberia. Tengo miedo de los vuelos trasatlánticos cuando viajo en compañías patrias. Es como comprar un boleto de lotería premiado. Dormiré en el avión las horas de sueño perdidas, el miedo se disipará en una bruma dulce ilusoria, en el mismo lugar neboloso y absurdo del que mana.

Monrovia, 17 de enero de 2006.

No hay comentarios: